La palabra alemana para depresión es schwermut. Schwer puede significar “pesado” y también “difícil”. Mut es la palabra para “coraje”. De modo que la palabra Schwermut contiene un mensaje positivo. Significa el coraje de vivir con un corazón sombrío, el coraje de vivir con lo que es difícil.
Estar sumido en la depresión implica cierto coraje. Hay algo como la gracia de la depresión, una gracia que nos capacita para ser “fuertes”, para vivir con lo que es difícil.
Una vez le escuché decir a un psiquiatra de larga experiencia: “Todas las personas destacadas y valiosas tienen depresiones. Requiere cierta cualidad interior y profundidad mental estar deprimido. Los niños pequeños, cuyo desarrollo mental y emocional aún no ha alcanzado ese nivel, no pueden experimentar verdadera depresión.
El suicidio puede ser un síntoma de la falta de capacidad de la persona para estar deprimido. Quizás sea más fácil para aquéllos que carecen de profundidad en su personalidad cortar el hilo de la vida. Aludiendo a este hecho, el filósofo Landsberg hizo un comentario que resulta más significativo cuanto más se lo analiza: “A menudo un hombre se suicida porque es incapaz de desesperarse.” El suicidio aparece aquí como el resultado de la incapacidad de vivir la verdadera desesperaración y resistir la depresión. El suicida carece del coraje para estar deprimido. En este contexto se entiende la sorprendente expresión de Lutero: “Cree en la bendición de la depresión”.
Me parece que las personas creativas tales como artistas y músicos, tienden a ser más susceptibles a las depresiones, porque el “coraje de estar abatido” es un requisito previo para la productividad. No es una simple coincidencia que el poeta Rainer Maria Rilke, que busca el secreto de la creatividad con una pasión que excedía a la de sus contemporáneos, haya escrito en una carta desde Roma en mayo de 1904:
“Poco sabemos; pero que debemos mantenernos en lo difícil es una certeza que no nos abandonará. Estar solo es bueno, porque la soledad es difícil. Que algo sea difícil, debe sernos un motivo más para hacerlo”.
Nota que Rilke asocia la aceptación de lo que es difícil con la aceptación de la soledad.
En otra carta del 12 de Agosto de ese mismo año, Rilke señala que la depresión, al igual que la autoestima, nos transforma y nos cambia. Al leer estas líneas recordamos otra vez el consejo de Lutero a tener paciencia con nosotros mismos:
Así,… no debe alarmarse cuando una tristeza se eleve ante usted, tan grande como nunca haya visto; cuando una turbación pase como luz o sombra de nubes sobre sus manos y sobre todo su hacer. Debe pensar que algo en usted se verifica, que la vida no lo ha olvidado y lo tiene en la mano; ella no lo dejará caer. ¿Por qué excluir de su vida una inquietud, un dolor, una melancolía, puesto que no sabe cómo trabajan en usted esos estados de ánimo? Por qué acosarse con la pregunta: ¿de dónde puede provenir todo eso y a dónde quiere ir? Pues usted bien sabe que se encuentra en evolución y que nada deseaba tanto como transformarse. Si alguno de sus procesos es enfermizo, piense que la enfermedad es un medio se libra de lo extraño; es preciso, entonces, ayudarlo a estar enfermo, a tener íntegramente su enfermedad y a hacer que ella irrumpa, pues esto constituye su progreso. En usted, querido Señor… ¡ocurren tantas cosas! Debe usted ser sufrido como un enfermo y confiado como un convaleciente; porque quizás sea usted ambas cosas.
El poeta Owlglass reproduce la siguiente conversación entre dos amigos, uno de los cuales sufría una profunda depresión. El primero pregunta: “¿Por qué está tan deprimido, amigo mío?” El otro responde: “Desearía volar y dejar todas mis penas atrás. Estoy lleno de ellas y mi corazón está sombrío por tantas cargas. ¿Por qué no puedo tener el corazón liviano?” Su sabio amigo le responde con otra pregunta: “Por qué no tienes el corazón vacío?”
Si pudiéramos elegir, ¿qué preferiríamos: el corazón liviano y vacío o el corazón cargado y lleno? Creo que sería factible amarnos a nosotros mismos teniendo el corazón lleno, aun cuando lo tuviéramos pesado, mientras que apenas podríamos amarnos a nosotros mismos si tuviéramos el corazón vacío.
Algunos lectores se habrán sentido perplejos cuando comenté la depresión del rey Saúl. Aquí la Biblia usa una expresión muy extraña. Describe la depresión como un “espíritu maligno de parte de Dios” (1 Samuel 16:23,VP). ¿Un espíritu malo de parte de Dios?
Sí, esta es doctrina bíblica auténtica: la depresión puede ser parte del plan de Dios. En la historia de Saúl, la depresión fue el instrumento que Dios usó para traer a David al palacio real. Creer en la bendición de la depresión significa reconocer que Dios usa aun la deprsión para cumplir sus propósitos.
Evidentemente existe una depresión vinculada con Dios, una “tristeza que es según Dios”, como la llama el apóstol Pablo, porque produce “arrepentimiento para salvación” (2 Corintios 7:10). O como lo traduce la Biblia al Día: “Dios a veces permite que nos vengan tristezas para impulsarnos a apartar del pecado y procurar la vida eterna.”
Sin embargo, semejante transformación que permita obtener un fruto de la depresión no sucede por sí sola. Se requiere la obra de la fe para poder relacionar la depresión con Dios y recibirla de sus manos. De lo contrario, la transformación no tendrá lugar y la depresión se tornará “tristeza del mundo (que) produce muerte” (2 Corintios 7:10).
Esto es lo que finalmente ocurrió con Saúl. No logró relacionar el mal espíritu con Dios y cambiar su vida, sino que se enredó más y más con sus estados depresivos, hasta que la música dejó de aliviarlo y David se encontró en peligro: “Aconteció al otro día, que un espíritu malo de parte de Dios tomó a Saúl, y él desvariaba en medio de la casa. David tocaba con su mano como los otros días; y tenía Saúl la lanza en la mano. Y arrojó Saúl la lanza diciendo: Enclavaré a David a la pared” (1 Samuel 18:10-11) La depresión puede conducir al pecado si no la vinculamos con Dios. Puede producir una “tristeza del mundo” y generar muerte.
El ejemplo opuesto al de Saúl es la depresión de Jesús en el jardín de Getsemaní, cuando le dijo a sus discípulos: “Mi alma está muy triste, hasta la muerte” (Mateo 26:38). Pero a través de su oración logró relacionar su depresion con Dios y abrirse a una fuente de recursos que no venían desde dentro suyo. “Padre, si quieres, pasa de mi esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Y se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle” (Lucas 22:42-43).
Hay una depresión en medio de la cual podemos encontrar a Dios, en la cual estamos sostenidos por Dios. Esta experiencia nos da el coraje de amarnos a nosotros mismos con nuestra depresión y de estar alegres aun con el corazón cargado. Refleja una profundidad de fe que el apóstol Pablo expresó con una afirmación paradójica: “Nos recomendamos en todo como ministros de Dios… como entristecidos, mas siempre gozosos” (2 Corintios 6:4,10).
Cómo desearía que la joven que mencioné al comienzo y que no podía creer ni aceptar que era hermosa, leyera este libro. Quizás le ayudaría a obrar sobre sí misma y someterse al proceso doloroso-feliz de aprender a amarse a sí misma.
El día en que mi esposa y yo hablamos con ella no disponíamos de tiempo más que para iniciarla en el camino. Sin embargo, no la dejamos marcharse sin tomar una medida concreta: posamos nuestras manos sobrre ella y la bendijimos en el nombre de Cristo.
Durante nuestro ministerio hemos experimentado vez tras vez la efectividad de esta acción durante el proceso de orientación. Es que sólo la orientación Cristocéntrica es una orientación centrada en el paciente.
No sabemos dónde está ahora esa hermosa joven. Pero aún recordamos las palabras que nos fueron dadas para ella. Fueron las mismas que las del apóstol Pablo citadas anteriormente. La bendijimos para que pudiera probarse a sí misma que era una sierva de Dios: entristecida pero siempre gozosa.
Fuente: “Amate a ti mismo” por Walter Trobisch
(Autoaceptación y depresión) Ediciones Certeza