No vemos las cosas como son, las vemos de acuerdo con nuestro modo de ser. Anaïs Nin
La manera en que ves la vida forma tu vida. La manera en que definas tu vida determina tu destino.
Tu manera de ver las cosas influirá en cómo empleas tu tiempo, tu dinero, tus talentos y cómo valoras tus relaciones.Una de las formas de entender a los demás es preguntándoles: «¿Cómo defines tu vida?» te darás cuenta de que hay tantas respuestas diferentes, como tantas sean las personas a las que les preguntes. Me han dicho que la vida es como un circo, un campo de minas, una montaña rusa, un rompecabezas, una sinfonía, un viaje y un baile. La gente afirma: «La vida es una calesita o un sube y baja. Unas veces estás arriba y otras abajo, y a veces das vueltas y vueltas», o «La vida es una bicicleta de diez velocidades, y algunas nunca las usamos», o «La vida es un juego de naipes y tienes que jugar con la carta que te den».
Si te pidiera que dibujaras un cuadro de tu vida, ¿qué imagen te vendría a la mente? Esa imagen es una metáfora de tu vida. Es la manera de ver la vida que has tenido, consciente o inconscientemente. Es tu propia descripción de cómo funciona la vida y qué esperas de ella. La gente expresa a menudo la perspectiva de sus vidas en la forma de vestir, las joyas, los automóviles, los peinados, los adhesivos en los paragolpes e incluso los tatuajes. Tu perspectiva influye en tu vivir más de lo que te imaginas. Ella determina tus expectativas, tus valores, tus relaciones, tus metas y tus prioridades. Por ejemplo, si crees que la vida es una parranda, entonces tu valor primordial en la vida será pasarla bien. Si ves la vida como una carrera, le darás valor a la velocidad y es posible que siempre andes deprisa. Si ves la vida como un maratón, la perseverancia será valiosa para ti. Si la vida para ti es un deporte o una batalla, ganar será muy importante.
¿Cuál es tu visión de la vida? Es muy posible que bases tu vida en una imagen errónea.
Para poder cumplir los propósitos que Dios tiene para ti, tendrás que cuestionar la sabiduría común y sustituirla por enfoques bíblicos de la vida. La Escritura declara: «No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación [cambio] de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios» (Romanos 12:2, PAR).La Biblia nos ofrece tres enfoques o metáforas que nos enseñan qué es la vida desde la perspectiva de Dios. La vida es una prueba, un fideicomiso y una asignación temporal. Estas ideas son la base de una vida con propósito. Le echaremos un vistazo a las primeras dos en este artículo y a la tercera en el próximo.
La vida es una prueba
Esta metáfora de la vida se ve a través de los relatos bíblicos. Dios prueba una y otra vez el carácter, la fe, la obediencia, el amor, la integridad y la lealtad de las personas. Términos como tribulaciones, tentaciones, refinaciones y purificaciones se repiten más de doscientas veces en la Biblia. Dios probó a Abraham cuando le pidió que le ofreciera a su hijo Isaac. También a Jacob cuando tuvo que trabajar más años de lo previsto para ganarse a Raquel como esposa.Ni Adán ni Eva pasaron el examen en el jardín del Edén; también David falló en varias ocasiones. La Biblia nos da un sinnúmero de ejemplos de personas que pasaron la prueba; entre ellos, José, Rut, Ester y Daniel.
El carácter se desarrolla y manifiesta por medio de las pruebas; la vida en sí, toda, es una prueba. Siempre serás probado.
Dios observa constantemente tu reacción con la gente, los problemas, los éxitos, los conflictos, la enfermedad, el desaliento e ¡incluso el tiempo! Él está pendiente hasta de las cosas más simples, como cuando le abres la puerta a otra persona, cuando recoges una basura del suelo o cuando eres cortés con alguien que te atiende.
No conocemos todas las pruebas que Dios nos da, pero podemos anticipar algunas por lo que nos dice su Palabra. Serás probado mediante cambios drásticos, promesas retrasadas, pruebas difíciles, oraciones no contestadas, críticas inmerecidas e incluso tragedias sin sentido. He podido comprobar en mi propia vida cómo Dios prueba mi fe en los problemas, cómo prueba dónde está mi esperanza al ver cómo uso mis posesiones, y cómo prueba mi amor a través de las personas.
Una prueba muy importante consiste en ver cómo actúas cuando no puedes sentir la presencia de Dios en tu vida. A veces Dios se aleja intencionalmente y no sentimos su cercanía. Un rey llamado Ezequías pasó por esta prueba. La Escritura dice: «Dios se retiró de Ezequías para probarlo y descubrir todo lo que había en su corazón» (2 Crónicas 32:31, PAR). Ezequías había disfrutado de una relación muy cercana con Dios, pero en un momento crucial de su vida el Señor se apartó de él para probar su carácter y revelar una debilidad, a fin de prepararlo para una responsabilidad mayor.
Cuando entiendes que la vida es una prueba, te das cuenta que nada es insignificante para ti. Aun los percances más pequeños tienen significado para el desarrollo de tu carácter. Cada día es importante y cada segundo es una oportunidad para hacer crecer y profundizar tu carácter, para demostrar amor y depender de Dios. Algunas pruebas parecen abrumadoras y otras ni siquiera las sientes. Pero todas ellas tienen implicaciones eternas.
Lo bueno es que Dios desea que sobrepases las pruebas de la vida, y Él nunca permite que las que enfrentas sean mayores que la gracia que Él te otorga para sobrellevarlas. La Escritura dice: «Pero Dios es fiel, y no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que puedan aguantar. Más bien, cuando llegue la tentación, él les dará también una salida a fin de que puedan resistir» (1 Corintios 10:13, PAR).
Cada vez que superas una prueba, Dios toma nota y hace planes para recompensarte en la eternidad. Santiago dice: «Dichoso el que resiste la tentación porque, al salir aprobado, recibirá la corona de la vida que Dios ha prometido a quienes lo aman» (Santiago 1:12, PAR).
La vida es un fideicomiso
Esta es la segunda metáfora bíblica de la vida. Nuestro tiempo en la Tierra, nuestro ímpetu, inteligencia, oportunidades, relaciones y recursos son todos dones que Dios nos ha confiado para cuidar y administrar. Somos mayordomos de todo lo que Él nos da. Este concepto de mayordomía comienza cuando reconocemos que Dios es el dueño de todos y de todo en la Tierra. La Biblia afirma: «Del Señor es la tierra y todo cuanto hay en ella, el mundo y cuantos lo habitan» (Salmos 24:1, PAR).La verdad es que no poseemos nada en nuestra breve estadía en la Tierra. Dios nos presta la Tierra mientras estamos aquí. Era propiedad de Dios antes que llegaras y se la prestará a otro cuando mueras. La llegas a disfrutar por un tiempo.
Cuando Dios creó a Adán y a Eva, les entregó el cuidado de su creación y los nombró administradores de su propiedad. La Escritura dice: «Y les dio su bendición: «Tengan muchos, muchos hijos; llenen el mundo y gobiérnenlo; dominen a los peces y a las aves, y a todos los animales que se arrastran»» (Génesis 1:28, Dhh).
El primer trabajo que Dios les dio a los humanos fue administrar y cuidar las «cosas» de Él en la Tierra. Este papel nunca ha sido abolido. Es parte de nuestro propósito. Todo lo que disfrutemos debemos tratarlo como un encargo que Dios ha puesto en nuestras manos. Su Palabra dice: «¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué presumes como si no te lo hubieran dado?» (1 Corintios 4:7b, PAR).
Hace algunos años, una pareja nos permitió, a mi esposa y a mí, quedarnos en su preciosa casa de playa en Hawaii para unas vacaciones. Era una experiencia que nosotros mismos no habríamos podido costear, así que la disfrutamos muchísimo. Nos dijeron: «Úsenla como si fuera suya», ¡y así lo hicimos! Nadamos en la piscina, comimos lo que había en el refrigerador, usamos las toallas y la vajilla, y ¡hasta saltamos sobre las camas! Pero supimos en todo momento que en realidad no era nuestra, así que tuvimos un cuidado especial de todo. Disfrutamos de los beneficios de usar la casa sin poseerla.
Nuestra cultura dice: «Si no es tuyo, no lo cuides». Pero los cristianos vivimos bajo otra norma: «Como Dios es el dueño, tengo que cuidarlo lo mejor que pueda». La Biblia afirma: «A los que reciben un encargo se les exige que demuestren ser dignos de confianza» (1 Corintios 4:2, PAR). Jesús, en muchas ocasiones, se refirió a la vida como un encargo que se nos ha entregado, y narró muchas historias para ilustrar esta responsabilidad hacia Dios. En el relato de los talentos (Mateo 25:14–29) un hombre de negocios confía sus riquezas a sus siervos. Al regresar, evalúa la responsabilidad de cada siervo y los recompensa equitativamente. El dueño dice: «¡Hiciste bien, siervo bueno y fiel! En lo poco has sido fiel; te pondré a cargo de mucho más. ¡Ven a compartir la felicidad de tu señor!» (Mateo 25:21, PAR).
Al fin de tu vida en la Tierra serás evaluado y recompensado de acuerdo con la manera en que uses lo que Dios te confió. Eso significa todo lo que hagas. Hasta las tareas más simples tienen repercusión eterna. Si todo lo tratas como un encargo, con responsabilidad, Dios promete tres recompensas en la eternidad. La primera, Dios te dará su aprobación y te dirá: «¡Buen trabajo, bien hecho!» Segundo, se te dará un ascenso y una responsabilidad mayor en la eternidad: «Te pondré a cargo de muchas cosas». Entonces serás honrado con un festejo: «Ven y comparte la felicidad del Maestro».
Mucha gente no logra darse cuenta de que el dinero es ambas cosas, una prueba y un encargo de Dios. Dios usa las finanzas para enseñarnos a confiar en él, y para mucha gente, el dinero es la prueba más grande de todas. Dios observa cómo lo usamos para probar si somos confiables. La Biblia dice: «Si ustedes no han sido honrados en el uso de las riquezas mundanas, ¿quién les confiará las verdaderas?» (Lucas 16:11, PAR).
Esta es una verdad muy importante. Dios dice que hay una relación directa entre el uso de mi dinero y la calidad de mi vida espiritual. La manera en que utilice mi dinero –riquezas mundanas– determinará cuántas bendiciones espirituales puede confiarme Dios –las verdaderas riquezas–. Permíteme preguntarte: ¿será que la manera en que manejas tu dinero está evitando que Dios pueda obrar más en tu vida? ¿Se te pueden confiar riquezas espirituales?
Jesús declaró: «A todo el que se le ha dado mucho, se le exigirá mucho; y al que se le ha confiado mucho, se le pedirá aun más» (Lucas 12:48b, PAR). La vida es una prueba y un encargo, y cuanto más Dios te da, más responsable espera que seas.
Tomado del libro: «Una vida con propósito» de Rick Warren, Editorial Vida.